15.5.07

Palabras Muertas

Las palabras se me fueron contigo, tomaron sus cachibaches, se calzaron los zapatitos y se pusieron el gorrito para salir a la calle. Era domingo, lo recuerdo porque me despertaron con el bullicio habitual y deprimente de los domingos grises.

Antes de que todas se fueran, pasaba los domingos describiéndote. Así como quién corta los pétalos de una flor con la letanía del "Me quiere/ No me quiere", así cortaba yo las palabras del árbol y repetía: espontáneo, fantasmagórico, falaz, imposible, cáñamo...

Hasta que daban las cinco de la tarde y era hora de llorar, recogía todas las palabras y me metía a casa. Las escondía debajo de la cama para que nadie supiera que había pensado en tí y tomaba una taza de té caliente.

Ese domingo dijeron que estaban hartas de que no las empleara bien, que cuando tu estabas todas revoloteaban a gusto por el cuarto, y se vestían como les daba la gana, pero el socialismo de mi depresión terminó por aburrirlas y, hastiadas, buscaban revolución. Así que se fueron sin rumbo fijo a buscar a otra enamorada que les pusiera la atención que necesitaban y pudiera embellecerlas con mejores combinaciones.
Desde entonces todavía encuentro una que otra palabra, pálida, rígida y fría entre el polvo de debajo de la cama. Pienso juntarlas todas y pagar a la oficina postal para que las deje justo frente a tu puerta; después de todo, son tus palabras muertas.

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