Este altar de sal,
Granos de mis lágrimas evaporadas.
No estos rezos
de sollozos altaneros.
No este mar
de petróleos y tumores.
No estas uñas
carcomidas por la impaciencia.
No esos sábados,
dormidos en el aburrimiento de tu espera.
No mis madrugadas masoquistas
con tu recuerdo de látigo.
No este remiendo devoto
a tí, el peor de todos los santos.
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