6.1.07

Hace días, el muñeco del estante citaba una mente ajena:"En el mundo, hay dos clases de hombres: Reyes y esclavos. Los primeros hacen y deshacen a placer, los otros, viven a expensas de los primeros".

Fue entonces que pensé: "También habemos dos tipos de mujeres: Reinas y princesas."

Las primeras, saben que no hay mejores aliados que la Cicuta y la viudez; que las mejores alianzas se firman en la Cama Real y que la diplomacia es también cuestión de belleza. Hallan, en la cuchilla filosa de una guillotina, la forma de erradicar amenazas e incomodidades. Entienden sobre manipular, con un escote prominente como estandarte, todo el futuro de una nación. Y así, lejos de un alma flexible, gozan de elasticidad inguinal.
Las princesas, en cambio, esperan que todo les sea servido en bandeja de plata, son dóciles, mansas, de manos blandas y pieles vírgenes. Oidos fantasiosos, dedos inútiles, cabellos nulos de misterios, y vientres sin historiales ni batallas. Paisajes grises, lentos, insípidos.

Todas hemos sido princesas alguna vez, pero yo... yo ya no soy la misma pendeja, ya me cansé de los sapos.

Luna Llena en las Rocas (X.V.)

Salir de noche y no mirar la luna es como dar el cuerpo sin el alma. Pero exponerse a ella, y a sabiendas retarla, como se desafía a Purgatorio por causa de Amor, es firmar la liberación de nuestros lobos y aceptar la metamorfosis consecuente: nos crecerán colmillos, garras, pelos y a fuerza de codearnos con las fieras aullaremos más lejos, gruñiremos más hondo, jadearemos más quedo. Y después, cuando el terco reptar por los pantanos consiga consagrar nuestro plumaje, cruzada la frontera donde el mismo Luzbel nos será indiferente, descubriremos, sin asombro casi, que en la taquilla no hay boletos de regreso.