10.6.09

El hombre qe amo ha puesto precio a mi cabeza y en su lengua de cicuta, donde bebo diariamente, alberga la esperanza mustia de mi muerte. Ha dispuesto a mis espaldas un batallón que, ávido y hambriento, espera la sentencia del final de mi existencia; y ha movido el terrible arsénico al inocente tarro de azúcar. De las ventanas ha colgado la leyenda "salta" y en su mesa de dormir guarda las infames tijeras que ha robado del botiquín de Átropo.

Este hombre se propone saciar sus ansias asesinas con la fresca tinta de mi insípido obituario, y así le he visto comprar viudas negras y soltarlas mientras pretendo dormir. Busca jeringas entre los deshechos del hospital para luego, con desmesurada zaña, esconderlas en la latente quietud de la plantilla de mis zapatos. Ha puesto escaleras por la casa y roba gatos negros qe va encontrando por la calle.

Este hombre, de entre todos el amado, ha decidido poner fin a mis días. Este hombre tiene miedo, miedo a que de verdad le qiera.