10.7.06

-Sigue andando.
-N'ombre, si ya traigo los pies desgastados de tanto cristal.
- Se llama REALIDAD.
- ¡Maldita la hora en que aquellos merolicos nos convencieron de cambiar aquella nube azul por un par de pies!

Esto oí decir a dos hombres que caminaban por el parque en medio del sopor de la ciudad. Traía cada uno una pequeña bolsa de lentejas que chocaban en su caminata con esos pantalones roidos por el tiempo y la desilusión. Caminaban sin un rumbo en la vista, con los puños cerrados y su dolor a cuestas.
Escuché por ahí que Dios es el Opio del pueblo, aunque no encontré frase más acertada que: "El amor es el atole de todos los dedos."
El ayer no es mas que un racimo de recuerdos que sangran su clorofila en las aguas diáfanas de la mañana para beneplácito de la vista.
Mis ayeres no son mas que hojas otoñales sin racimo, sin venas ni raíces. Son la reminiscencia de la vida que se renueva bajo la lupa de un sol ostentoso. Es la escarcha que penetra aquellas tierras que han de tragar mi cuerpo.
Los ayeres no son más que un pretexto al sufrimiento, a ese que duele más por irreal que por sincero. Es el ver las cicatrices que ardieron bajo el yugo de una navaja inocente, y los surcos imborrables del torrente impaciente.
Hoy veo en mi album, algunas páginas negras, con la esperanza de encontrarme con el llanto que me trajo a casa. Y he encontrado así, con la rúbrica aún fresca de un 26 de julio subyaciente, la razón primordial de cada una de mis pesadillas.



Aun le llamo a mi cama, aunque ya no le desee mi alma.