18.3.07

A la Mar... (Que no volverá a ser Azul)

Mamá me ha visto, dice que mis ojos parecen perdidos por ratos, como si se fueran de este mundo y habitaran en uno que reside allá, entre las telarañas en las esquinas de la casa.

Yo no entiendo lo que dice, son frases tan complejamente estructuradas que mi razón no alcanza a percibir una secuencia tan lógica. Me asbtraigo de nuevo y sigo contando los mosaicos tan metódicamente ordenados del suelo. Y pienso en ser ellos: Un orden autómata en busca de perfección.

Mamá sigue su discurso sobre la soledad, la paz espiritual y los ansiolíticos (se ha convertido en buena conferencista últimamente); y en los ojos, por ratos, pareciera que le brilla la vida perdida de mi hermano.

Habla sobre la intención de llevarme a la mar, respirar un aire fresco, escuchar sus sonidos de calmada tempestad, reír bajo el sol que tuesta la piel y recostarme en la comodidad de la arena fría.

Le digo que NO, y en ese "NO" le imprimo mi mar, la mar que habita en mi cabeza desde que él no está. La mar de huracanes, de lanchas sin redes, de peces muertos.

Mamá no sabe. Mamá no sabe que ya no estás, que no estuviste, que de haber estado, habría notado el momento en que me dejaste, que no hay mejor ansiolítico que tus brazos que no me sostienen, que me vituperan como el error que no se atreven a admitir.

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