La casa de citas se viste herrumbrosa y oxidada, matizada en sangre menstrual de la mártir que brinda placer oral a la burocracia del país.
¿Yo? Yo me quedo alucinada en el hartazgo de un elixir diferente.
Los lugares juegan con mis dudas y estremecen una conciencia ebria que dice "¡NO!"
las momias convidan un poco de ceguera milenaria.
Con esos ojos vendados, creo que voy a quebrar una vieja piñata enmohecida de amor.
Antes de lamerle el cuello a las palomas debo decir:
-¿Quién carajos olvidó ponerle a las caras de mi hexaedro la leyenda: "FRAGIL"?
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