9.12.05

Tan fácil como abrir el cajón apolillado, aquel que mamá siempre prohibió porque sabía que encerraba a la muerte.
Tan simple como halar del gatillo y no darse cuenta del eterno segundo atarapado para tí en una red de mariposas.
Tan ligero como un cabello que se mueve en la inercia de un cuerpo que cae, inocente de la falta de autoestima.
Tan complejo como en su tiempo lo fue la Utopia.

(para mi muerto que hoy revivió)

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